Una escuela menos neutral y una escuela comprometida con una sociedad que aprende
Si la escuela no es un espacio de simple acumulación de saberes, si admitimos que es, por naturaleza, valorativa, entonces la escuela no puede ser neutral, ni ante los problemas humanos que la circundan, ni ante las causas justas que puedan surgir a su alrededor. Y tendríamos que preguntarnos, si esta escuela conectada con las […]

#EscuelasSalesianas

26 abril, 2018

Si la escuela no es un espacio de simple acumulación de saberes, si admitimos que es, por naturaleza, valorativa, entonces la escuela no puede ser neutral, ni ante los problemas humanos que la circundan, ni ante las causas justas que puedan surgir a su alrededor. Y tendríamos que preguntarnos, si esta escuela conectada con las necesidades reales de nuestra sociedad precisa de docentes profesionales, técnicos o militantes. Parece claro que una escuela comprometida con unos valores que pretendan trascender las disciplinas de enseñanza, no puede ser llevada adelante solamente con “enseñantes”, con profesionales del proceso de enseñanza-aprendizaje, con técnicos o tecnólogos aplicadores de las leyes del aprendizaje. Será preciso contar con verdaderos militantes de los valores que queremos que informen todo el quehacer educativo de la escuela. Educadores salesianos con vocación, con entusiasmo y adhesión.

El compromiso y la adhesión a los valores de una moral de máximos, no obstante, pueden tener sus riesgos: el riesgo del fundamentalismo, el riesgo de la manipulación ideológica, el riesgo del adoctrinamiento cerrado. Por ello, una escuela que pretenda no ser neutra o que pretenda ser militante y beligerante ante esas denominadas causas justas, pero que, al mismo tiempo, no quiera ser manipuladora, tendrá que estar sometida permanentemente a un ejercicio de discernimiento sincero y leal si no quiere “fetichizar” determinadas situaciones.

Por otra parte, preocupada la escuela por dar respuesta a las demandas de nuestra sociedad, por conectarse con las exigencias reales de la sociedad a la que pertenece y pretende servir, por encontrar adecuados significantes, en suma, no es infrecuente que se interrogue acerca de los conocimientos que tiene que introducir en sus currículos con el fin de preparar a los alumnos para el futuro. Se acumulan así áreas de conocimiento, se cambian unas áreas por otras, se interroga acerca de lo troncal y lo diferencial, se discute sobre la oportunidad de lo genérico y de lo específico, etc. Sin embargo, mientras la escuela siga haciéndose solamente esos planteamientos en orden a los contenidos, no saldrá del círculo de una visión que, de algún modo, podríamos calificar de escuela reproductora.

Pretender seguir manteniendo una concepción del saber y del aprendizaje en términos reproductores (“cosas que tiene que aprender el alumno”) supone correr el riesgo de que cada uno de los conocimientos conceptuales aparezca, a la hora de ser usado, pasado de fecha de caducidad. En una sociedad dinámica en la que el referente de pertenencia ya no es el espacio sino el tiempo, aprender, por tanto, no puede ser solamente reproducir: aprender es ante todo transformar los conocimientos y construir nuevos conocimientos con el fin de poder seguir aprendiendo permanentemente. Habrá que preguntarse, pues, cuáles son los conocimientos germinales que han de proporcionarse a los alumnos y, sobre todo, cuáles han de ser las destrezas intelectuales que hay que desarrollar, junto con dichos conocimientos, si queremos producir en ellos la capacidad de seguir aprendiendo en el tiempo.

Ángel Astorgano

Coordinador Nacional de Escuelas Salesianas

http://boletin-salesiano.com/?p=18067

 

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