Una escuela que confía y cuida a sus maestros
La escuela, la calle, los amigos, los medios de comunicación, la familia… los jóvenes asisten ininterrumpidamente a muchos “ámbitos escolares”, y en todos ellos encuentran referencias válidas o no para su crecimiento, y de todos ellos captan mensajes que les animan o no en su esperanza. Quién valora, orienta, critica, la “influencia educativa” de todos […]

#EscuelasSalesianas

1 julio, 2018

La escuela, la calle, los amigos, los medios de comunicación, la familia… los jóvenes asisten ininterrumpidamente a muchos “ámbitos escolares”, y en todos ellos encuentran referencias válidas o no para su crecimiento, y de todos ellos captan mensajes que les animan o no en su esperanza.

Quién valora, orienta, critica, la “influencia educativa” de todos estos “ámbitos escolares”. Además de la familia, la escuela tiene que asumir esa tarea. Y en la escuela, el maestro.

En la escuela, el maestro debe configurar con el testimonio de su vida y de su sabiduría el camino del “ser cada vez más”, en vez del “tener cada vez más”.

El maestro hoy, debe “recrear” su vocación educadora, asumiendo que su acompañamiento educativo se debe apoyar en determinadas actitudes y actuaciones.

Actitud de encuentro. Encuentro personal con el joven, basado en el respeto a la persona, la acogida cordial, atenta y servicial, la capacidad de escucha, el interés por sus problemas, deseos, diversiones, iniciativas… Encuentro con los más necesitados, con aquellos que buscan y no hallan, con los que callan, pero están gritando ayuda, con los que agradecen la cercanía educadora y los que no…

Actitud de presencia. El encuentro no puede ser solamente ocasional. Hemos de darles la posibilidad de realizar y vivir “su propio mundo” en la escuela.

Presencia activa, animadora, portadora de vida, adaptada a sus exigencias, respetuosa de su libertad. Presencia que construye, que orienta, que empuja. Presencia que ayuda a ser feliz.

Actitud de comprensión. Ante el rostro nuevo del joven, que concibe y vive la realidad de modo muy diferente a nosotros. El encuentro y la presencia exigen una comprensión mutua, viva y real. Comprensión de sus situaciones concretas, de sus posibilidades y recursos, de sus limitaciones y debilidades. Conociendo sus tendencias y exigencias, los conflictos que viven consigo mismos y con otros, sus ambientes, ritmos de vida, leyes de convivencia, apariencias externas de felicidad… Para ello hay que mantenerse profundamente “joven” y humano, capaz de valorar todas las riquezas juveniles de la sociedad actual, teniendo como base de nuestra comprensión, no tanto las ideas y razonamientos cuanto el amor.

Actitud de diálogo. Pero no podemos quedarnos a nivel de comprensión de los jóvenes: debemos ganarnos su confianza para poder instaurar un verdadero diálogo educativo. Es una llamada permanente y paciente a su libertad, a su iniciativa, dentro de unas relaciones constructivas, orientando y aconsejando, ofreciendo un ambiente respetuoso y sano para expresar libremente sus ideas. El diálogo no se realiza solamente con las palabras, sino sobre todo con el testimonio y el ejemplo de la vida. Sobre todo con su ejemplo, el maestro va ofreciendo y recibiendo los retazos de crecimiento que conforman la verdadera Educación.

Y en cada escuela un verdadero maestro vocacionado que sigue creciendo día a día con su formación continua.

Ángel Astorgano. Coordinador Nacional de Escuelas Salesianas

http://boletin-salesiano.com/?p=18517

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